martes, 31 de enero de 2012

La madre del corazón atómico


Os presento a Lullubelle III
Seguimos intentando hacer justicia presentando a grandes grupos que aún no habían aparecido por aquí. Hoy comenzamos la revisión de Pink Floyd con el disco que supuso el comienzo de la época dorada del grupo, los ya lejanos setenta, y el primer paso para alcanzar la cumbre del rock progresivo. El disco que hoy sube a la palestra no es otro que Atom heart mother (1970), el primero de la tríada de discos que supondrían el punto de inflexión entre la psicodelia y la experimentación de los discos anteriores, y el paso al mainstream musical dentro de los valores clásicos del prog-rock en los álbumes que los sucederían (los otros dos discos son Meddle (1971) y Obscured by clouds (1972)). Pero antes de empezar, un poco de historia.

Pink Floyd debutó en 1967 con The piper at the Gates of Dawn, considerado uno de los mejores álbumes debut de la historia, que se enmarcaba dentro de la corriente psicodélica y de rock espacial que imperaba en aquellos días. Tras la salida del líder del grupo, Syd Barret, por sus problemas mentales y con las drogas, y su sustitución por David Gilmour durante la grabación de su segundo álbum, la banda llega a la configuración que mantendrá durante la mayor parte de su carrera, hasta que la tensión empezó a hacerse insoportable allá por 1979, marcando el inicio del fin de la banda. Mucho antes de esto, Pink Floyd editó varios discos más sin apenas salir del género psicodélico, hasta llegar a éste que hoy comentamos.
Nick Mason, Syd Barret, Roger Waters y Richard Wright
Abajo, David Gilmour
Quizá recordéis lo que se comentó en la reseña de The Bends, de Radiohead: tras triunfar con una cierta fórmula, quisieron cambiar radicalmente, hasta el punto de renegar de su primer trabajo. Con Atom heart mother ocurre algo parecido, pero por partida doble: en primer lugar, prácticamente se abandona la psicodelia. Comienzan a componer temas más convencionales en sus formas, lejos ya de, por ejemplo, Ummagumma, su disco anterior; hacen música mucho más accesible, más sinfónica, más agradable para el oyente de a pie. No dejan muy lejos la experimentación, sin embargo. Basta con oír la inmensa suite que ocupa toda la cara A del álbum.

La segunda negación se produce mucho después, cuando los propios Pink Floyd reniegan de éste álbum, y de forma bastante más sangrienta que Radiohead respecto a su Pablo Honey: según Waters, el que más tarde sería el líder indiscutible de la banda, merecería que "lo tiraran a la papelera y jamás nadie volviera a oírlo", por ser pomposo y carente de contenido; Gilmour lo tacharía directamente de "horrible" y de "mierda", junto con Ummagumma (con éste último estoy más de acuerdo, nunca lo tragué). Después viene Richard Wright y comenta que le gusta ("I like it"). Es un tipo extraño, éste. (Todas las citas aquí)

Si incluso sus propios creadores piensan que es un enorme montón de mierda, ¿por qué lo traigo aquí? ¿Os quiero hacer sufrir? No, no. Es que a mí sí me gusta, ea. Considero que es un disco bastante irregular, con algunas partes malas, pero con otras escuchables e incluso apreciables. Por supuesto, no se puede comparar con ninguno de los discos posteriores de la banda, pero por una vez querría llevar un cierto orden y por algún sitio hay que empezar. Vamos a ello.

La cara A comienza y acaba con la suite Atom heart mother, la canción más larga de toda la discografía de Pink Floyd, si excluimos Shine on you crazy diamond, que en espíritu es una única suite pero físicamente está separada en dos largos fragmentos. Originalmente se iba a llamar The Amazing Pudding (algo así como El pastel fantástico), pero Nick Mason, el batería, sacó de un periódico la idea para el nombre que finalmente tendría y lo cambiaron, por suerte. Si en las sesiones de grabación alguien dijera "The amazing pudding, take two" parecería que estaban grabando una película mala de bajo presupuesto. Esta monstruosidad musical (no por mala sino por larga) se dividió en seis secciones, sobre todo por temas de derechos de autor.

Se trata de una pieza orquestada por obra y gracia del productor y compositor Ron Geesin, en la que predominan los instrumentos de viento-metal y los coros, que por momentos acaparan toda la atención. En diversos fragmentos la orquesta deja paso a la banda, siendo perfectamente reconocibles los inconfundibles solos de guitarra de Dave Gilmour (que personalmente me encantan, hasta que en los ochenta empezó a irse de madre y pensar que cuatro notas son un emotivo y genial solo) y los teclados de Wright, mientras que la batería de Mason es una constante a lo largo de buena parte del tema. Entremezclados con todo lo anterior encontramos algo recurrente en la discografía de Pink Floyd: samples de sonidos diversos, como un motor al principio de la canción.


Aunque los propios PF renegaran especialmente de esta suite, a mí me parece bastante agradable e interesante. No tiene nada que ver con nada de lo que hicieron antes o después, pero por momentos es muy buena, con una gran fuerza y en casi ningún momento aburrida (quizá en el fragmento que empieza en el minuto 15:45, que es bastante extraño e incluso cacofónico, pero después vuelve a la senda musical). Como curiosidad, diré que en el minuto 13:40 o así los coros parecen pedir la patita a un perro llamado Rocky con cierta dureza. Cosas mías, ignoradlo...

En la cara B tenemos cuatro temas más, de variable calidad. Lo relevante de estas canciones es que cada una está firmada por uno de los compositores habituales de la banda, la última vez que ocurre algo parecido en la banda: después, la labor compositiva recaería fundamentalmente en Roger Waters y David Gilmour, con eventuales participaciones de los otros miembros. La primera canción de este segundo lado del disco es If, firmada por Roger Waters. Hablando claro, me parece un petardo. La base instrumental es agradable, con un buen papel de Wright al teclado, y la letra no está mal (habla sobre la baja autoestima, basando la estructura en la repetición de frases condicionales, de ahí el título: Si fuera...), pero la interpretación vocal de Waters me parece demasiado floja y se echa de menos algún matiz más en la melodía, que resulta algo monótona y anodina.

Después tenemos una composición de Richard Wright: Summer '68. Mucha gente echa tierra encima de este tema, pero es mi preferido del disco; en él encontramos a un Wright demostrando que puede hacer un buen papel como vocalista (a pesar de no ser capaz de muchos matices), aunque como letrista se presenta poco original: en ella habla de cómo deben de sentirse las groupies después de pasar una noche con el artista al que admiran (presumiblemente él mismo). De por sí no está mal, pero el que repitiera el tema en la canción que aporta al disco Obscured by clouds hace pensar que no da mucho más de sí (ya hablaré de sus discos en solitario). Musicalmente es un tema animado, muy pop; no merece figurar entre los clásicos de la banda, pero cumple un buen papel como parte de un disco menor del grupo.

No sé si reírme por pañuelo de Waters o por Mason en general
La aportación de Gilmour es Fat old sun, una balada extremadamente lenta que nos presenta una escena bucólica, y poco más. Adolece de los mismos defectos que If, a saber: una voz extremadamente suave, demasiado para mi gusto, y una musicalización bastante discreta, con el resultado de una canción simplemente floja. Sin embargo, no suele faltar en las interpretaciones en vivo del guitarrista; basta con mirar cualquiera de sus (numerosísimos) live albums en los que más de la mitad de los temas son de Pink Floyd. Para mí, sólo se salva la parte instrumental del final, más o menos los dos últimos minutos del tema.

Para finalizar, tenemos Alan's psychedelic breakfast, otra suite instrumental con un cierto protagonismo de la música concreta, en la que asistimos a un discurso y la preparación de un desayuno de Alan Stiles, uno de los técnicos de la banda; uno escucha esto las primeras veces con cierto interés, pero pronto te cansas y acabas "rebobinando" dichas partes (¿qué se hace en un mp3, si no hay bobina?). El resto son motivos musicales interpretados sobre todo en teclados y guitarras, por lo demás muy interesantes. Un buen colofón para un álbum más bien mediocre, comparativamente hablando (es que los álbumes posteriores son muy grandes, joder).

Para terminar comentaré algo sobre la portada: siguiendo la línea de ese ánimo de renovación y cambio que impulsaba a la banda en este disco, dijeron que para la carátula del disco querían algo que no fuera nada psicodélico o "pinkfloydiano". Para ello, el diseñador de la mayoría de portadas del grupo, Storm Thorgerson, se largó al campo y fotografió al magnífico ejemplar de vaca que podéis ver al comienzo de la entrada. Al menos ésta portada es original y tremendamente reconocible, no como la de Meddle o el engendro de Obscured by clouds, conceptualmente aceptable pero demasiado poco vistosa. Tan reconocible es que se ha convertido en una re las referencias más habituales al grupo, por lo que aparece en bastantes películas, como La naranja mecánica o la aquí reseñada C.R.A.Z.Y.. Quizá la única portada que la supere en fama sea la de The dark side of the moon, pero todo lo referente a ese álbum es hiperbólico y desproporcionado (y justificado, oiga).
Tomad el disco, pero no os hagáis una idea equivocada de Pink Floyd si lo escucháis: lo bueno aún no ha empezado.

Pink Floyd - Atom Heart Mother (1970)

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