sábado, 25 de febrero de 2012

No sólo del pan vive el hombre


Y yo no sólo me alimento de discos de hace cuarenta años, ni de canciones con complicadas y sugerentes letras en la insigne lengua de Shakespeare. De verdad. Hoy os traigo el que probablemente sea el disco que más he escuchado a lo largo de mi andadura musical, incluso por encima de The Wall, de Pink Floyd, o Thick as a brick, de Jethro Tull, que mira que los he quemado, también. ¿Quién puede estar por encima de estas maravillas? Pues Agila (1996), de los extremeños Extremoduro. He de decir que tiene muchos más años a sus espaldas en mi reproductor, pero eso no resta mérito a este disco, que muchos citan como el mejor de uno de los grupos más representativos del prolífico (y tremendamente irregular) rock español.

Agila (espabila en el dialecto castúo, del que en ocasiones echan mano en sus canciones) supone la consagración de los Extremoduro como grupo de renombre (de buenas ventas, vaya). Tras numerosos cambios en la formación a lo largo de sus primeros discos, la única constante en la formación, hasta el día de hoy, es Robe Iniesta, el letrista y líder indiscutible de la banda. Autodenominado poeta, en sus primeras composiciones se mostró capaz de complementar un sonido rockero y guitarrero con unas letras interesantes y con contenido, es decir, capaz de cosas como "Romperás con tu voz/ mil silencios que habitan en cada rincón.". Esta tendencia de renovación constante de sus integrantes empieza a cambiar en este disco, cuando entra en juego el otro grande de la banda, Iñaki "Uoho" Antón, el guitarrista de los míticos Platero y tú (ay, Fito, aquellos eran buenos tiempos), que además será el productor del grupo a partir de este mismo disco. Y se nota.

Robe y su falda
Musicalmente, el estilo del grupo no ha variado demasiado desde sus inicios -hasta llegar a La ley innata, disco del que hablaré otro día-; se ha enriquecido, eso sí: disco tras disco, fueron introduciendo nuevos instrumentos a su repertorio, dando una variedad que no tienen muchos otros grupos, y que contribuiría a elevar a esta banda sobre tantas otras. Pero lo que probablemente sea la verdadera "marca de la casa" es la simple presencia del Robe (único caso en que antepongo el artículo "el" a un nombre, lo juro), con su voz cascada, casi molesta e inconfundible, y, por supuesto, sus letras: tras decir algo tremendamente poético, profundo o romántico es capaz de clavarte una "polla" en el tímpano. No de forma literal, claro; me refiero a que lo que caracteriza a sus letras es esa extraña conjugación de lo elevado y lo prosaico, lo romántico y lo vulgar. Verbigracia:

Me regaló una herida, cierra de noche, abre de día;
-No sufras, Prometeo - me dice siempre que la veo.
Me revuelco por el suelo y me revienta la polla
de pensar en ti: me desangro y riego tu jardín.

Éste es un fragmento de Prometeo, el segundo corte del disco. Pocas frases he escuchado más contundentes que ese "me revienta la polla de pensar en ti". Pero mejor no adelantar acontecimientos y empezar por el principio.

El inicio del disco es suavecito: una guitarra solitaria, a la que pronto se unen una trompeta y la voz del Robe fusilando versos de Machado. No es mala referencia, ¿no? Buscando una luna es una de las canciones con más ritmo del grupo, con una letra que pronto se aprende y se corea a voz en grito. ¡Cuántas mañanas de madrugón, en cuántos bajones, me habrá animado ese "¡Que no! Que ha sido un momentito sólo de bajada, que aquí no pasa nada."! Prometeo sigue la misma línea: un comienzo tranquilo y la explosión repentina de la batería y la guitarra, aunque en ésta encontramos a un Robe más exaltado, escupiendo versos y burradas uno detrás de otro. En este tema cita a Miguel Hernández, cuando dice aquello de "No me levanto ni me acuesto día/ que malvado cien veces no haya sido". La canción continúa hasta llegar al solo de Uoho, con su particular estilo.

Sucede comienza con un verso de Pablo Neruda, pero en seguida llega Robe y aporta su propio toque. Dos de los temas recurrentes en las canciones de Extremoduro son el amor y el desamor, tratados desde múltiples puntos de vista: desde la amargura más absoluta o la euforia más desatada hasta una profunda tristeza o, bastante a menudo, con un desbordante cinismo. Probablemente de este cinismo nazca esa dualidad poesía/vulgaridad que aparece en muchos de sus temas, como quien dice "Te quiero" para luego añadir "follar". Sucede es una de esas canciones descarnadas, a corazón abierto, y una de mis favoritas por cosas como

Yo me quedé con su olor, ella me arrancó la piel,
me dijo justo al final: no quiero volverte a ver.
¡Eh, lejos de mí!
deja que corra el aire, no te quemes, va a salir el sol.
¡Sol, déjame en paz!
La luna me ilumina, en esta ruina entra la claridad.
¿Quién quiere saber
si estoy quemado, o escondo un corazón helado y quema mi ser?

Míster Brazo de Pollo

En algunos de los temas en que habla de amor y no de desamor presenta un curioso punto de vista, casi adolescente, puesto que parece poner siempre a la mujer por encima de él, como es el caso del siguiente corte del disco, la canción de Extremoduro por excelencia: So payaso. Cualquiera que haya oído alguna vez a Extremo ha escuchado esta canción, y no es de extrañar, pues es de las mejores que haya parido el de Plasencia. Además, creo que es de las canciones más íntimas y más sentidas del grupo; basta con oír al Robe cantarla, incluso en la versión de estudio. Comienza con unos acordes de guitarra absolutamente inconfundibles para cualquier seguidor del grupo, y mención aparte merecen las trompetas y los teclados, que aportan una curiosa personalidad al tema. Todo un hito en la carrera de la banda.

Con un ritmo frenético y una letra la mar de sórdida llega El día de la bestia, que no es de mis preferidas, pero tengo que reconocer el peculiar sentido del humor, ligeramente blasfemo y procaz, del que hace gala Roberto Iniesta: "Si llega la policía no es pecado, vida mía,/ ponerse a disparar.". Ídem en Tomás, otra que nunca acabé de tragar, pero que siempre canturreaba cuando llegaba su turno en cada escucha del disco.

Una de mis preferidas es ¡Qué sonrisa tan rara!, que en la versión de estudio cuenta con la inestimable colaboración de Albert Pla (todo un personaje, por cierto: ved y ved). Da una sensación la mar de curiosa corear a grito pelao el estribillo, perfecto para aquellos días en los que uno se levanta algo encabronado:

Dejadme de hablar
no me hace reír,
la gente normal se podía morir.
¡Qué sonrisa tan rara!

El perfecto complemento para este rabioso estribillo llega con Cabezabajo, con un potentísimo riff de guitarra y con Robe guerrero como en pocas otras canciones. Esta canción transmite un profundo pesimismo (¡"Probaré la droga, una de cada/ y volver fiel a repetir/ pa encontrar la que más me degrada/ y abrazarme a ella hasta morir."!). Volvemos a los temas de amores en Ábreme el pecho y registra, y de nuevo esa amargura y un cierto derrotismo que gobierna este tipo de canciones.

Todos me dicen es una canción de amor más al uso que el resto, al menos en su primera parte: Robe toma un poema de Ramón Romero Ruíz y lo continúa a su manera, con nuevas alusiones a las drogas, poesía y ese punto ácido que siempre hace aparición ("¡Niño, saca ya la recortá! Que quedan muchos malos por matar.").

Robe y Uoho, dale que te pego a la guitarra
Las tres canciones que restan de disco nunca me gustaron demasiado, aunque algunas, como Correcaminos, estate al loro, solían ser bastante jaleadas en los conciertos de la época. Como siempre, las tenéis en el enlace que os dejo más abajo, así que decidid si me equivoqué al no comentar nada sobre ellas.

Y para ir terminando la reseña, comentaré la que parece ser la maldición del grupo: en los directos pueden cumplir, o no cumplir. Puedes ir a un concierto y verlos como en el vídeo que dejo un poco más abajo, o mirar al escenario y ver al Robe hecho un guiñapo, colocadísimo y hecho polvo. Una pena, aunque parece que es algo relativamente habitual; por ejemplo, una de las visitas de Los Suaves a Segovia fue un completo desastre porque Yosi, el vocalista, se puso a darle al garrafón y no cantó ni media canción. No se acordaba de las letras, pobriño.

Volviendo a Extremo, se dice que de un tiempo a esta parte Robe se ha calmado y suele guardar la compostura (aunque a veces la líe en plan "si no pagas no tienes derecho a escuchar el concierto"). Yo no lo sé, por hache o por be siempre me los he perdido. Parece que me rehúyen, o algo. En fin, ellos se lo pierden. Eso sí, vosotros no os perdáis el disco que aquí os dejo. ¡Un saludo!

Extremoduro - (1996) Agila

2 comentarios:

David León dijo...

Tal vez una de las entradas más ricas que haya leido hasta ahora, y no solo porque sea de unas de mis bandas favoritas, la comento.

Agila es, efectivamente un punto de inflexión en la hisotria de Extremoduro, sin embargo también lo es para sus oyentes más fieles, tanto si es el primer disco de este grupo que escuchas como si es el último. Tiene un magnetismo que te hace referirte a él. Va seguido en este sentido por "Yo, minoría absoluta" el cual para el público en general ha sido el disco de mayor éxito por su gran carga eléctrica, es su album más duro y que más mueve a las masas.

Pero Agila tira por otro sitio. Sin ser un álbum conceptual como tal, cada uno es capaz de encontrar un pedacito de si mismo en él. Yo tengo varios, de entre los que destaco "Buscando una Luna" que no se si recordarás, de esta misma entrada ( http://voyadecir.blogspot.com/2010/03/el-tiempo-ii-oir-musica.html ) todo depende por supuesto de la circustancia; en aquellos tiempos era una, tal vez por eso funcionaba la canción. Y ese es, por tanto uno de mis trocitos en Agila.

Mr. Nobody dijo...

Releyendo la reseña, creo que al final me quedó un poco escasa, así que tus apostillas son de lo más conveniente.

Efectivamente, Agila es un disco especial, tanto por sí mismo como dentro de la discografía de Extremo, y eso es, en mi opinión, porque es el más sentido, el más cercano y el más evocador, haciendo referencia a ese "encontrar en él un pedacito de uno mismo" que comentas. Lo que diré sonará a lugar común, pero en este álbum Robe nos habla de cosas reales y perfectamente cotidianas, como esa frustración por amores que no funcionan, los descalabros inevitables, el lado oscuro que todo el mundo tiene, todo aquello. Podríamos decir que contiene unas cuantas verdades universales, aunque eso quedaría muy grandilocuente si no se dice una burrada justo a continuación, al "estilo Iniesta", y ahora no me sale ninguna.

Sobre aquella entrada, la recuerdo bien porque seguía con interés el blog, me gustaba mucho la forma y el contenido que le habíais dado. Una pena que lo dejarais, la verdad.

¡Me alegro de que te gustara la reseña! Disculpa el retraso en la respuesta, anduve algo alejado del blog. Pero da gusto recibir comentarios así, espero que podamos conseguir de ti unos cuántos más.

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