jueves, 9 de febrero de 2012

Solo dos

Hace una semana terminé de leer La voz a ti debida (1933), de Pedro Salinas, y le comenté a mi compañero Mr. Nobody la dificultad que entraña reseñar un libro de poesía de este tipo, debido en primer lugar a que no todos los poemas son fáciles de interpretar, y por otra parte a que la poesía no es un género que llame especialmente la atención, por lo general.

Aun así, me animó a reseñar el libro, si eso es lo que yo quería. Pero para ser honesto conmigo mismo, no me veo capaz. No conozco en profundidad (ni en superficialidad, tampoco) la vida y la obra de Salinas, y además este es el primer libro que termino desde hace mucho tiempo (malditos exámenes...) y el primero que reseño, así que mi habilidad para reseñar un libro, y además de poesía, se ve bastante limitada.

Así que esto no es una reseña propiamente dicha. Pero de cualquier forma, no podía dejar pasar la oportunidad que me brinda este blog para compartir con vosotros (para los que quieran, claro), dos de los setenta poemas que componen, de un modo unitario eso sí, este inmenso poema que es La voz a ti debida. Nada más. Solo dos fragmentos. Los que más me impresionaron, los que mejor comprendí. Ahí van, disfrutadlos como hice yo:

Sí, por detrás de las gentes
te busco.
No en tu nombre, si lo dicen,
no en tu imagen, si la pintan.
Detrás, detrás, más allá.

Por detrás de ti te busco.
No en tu espejo, no en tu letra,
ni en tu alma.
Detrás, más allá.

También detrás, más atrás
de mí te busco. No eres
lo que yo siento de ti.
No eres
lo que me está palpitando
con la sangre mía en las venas
sin ser yo.
Detrás, más allá te busco.

Por encontrarte, dejar
de vivir en ti, y en mí,
y en los otros.
Vivir ya detrás de todo,
al otro lado del todo
-por encontrarte-,
como si fuese morir.

* * *

¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: "No te vayas."

Es todo. Mañana os traigo una entrada musical como Dios manda. Prometido.

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