miércoles, 21 de marzo de 2012

Poesía, otra vez

Como ya hice hace un tiempo con esta mini-reseña de La voz a ti debida, de Pedro Salinas, y aprovechando que se está acabando el Día mundial de la poesía, hoy me gustaría compartir con vosotros un par de poemas, pero esta vez de 101+19=120 poemas, del poeta asturiano Ángel González (1925-2008). Una poesía un poco más reciente, como podemos observar.

Lo que me llamó la atención de este poeta es la sencillez de sus versos. Ángel González consigue expresar mucho diciendo poco (sus poemas son bastante cortos, por lo general), y además no se trata de una poesía rimbombante ni pedante, no aburre, y nunca disminuye en belleza.

El primer fragmento que he escogido de este poemario, que en realidad es una antología de poemas seleccionados por el propio autor, se publicó originalmente en el que probablemente sea su libro más elogiado: Tratado de urbanismo (1967). Es mi preferido de todos los que he leído hasta el momento de este poeta, porque consigue expresar el horror de la guerra desde el inocente punto de vista de un niño:

CIUDAD CERO

Una revolución.
Luego una guerra.
En aquellos dos años -que eran
la quinta parte de toda mi vida-,
yo había experimentado sensaciones distintas.
Imaginé más tarde
lo que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal niño,
la guerra, para mí, era tan sólo:
suspensión de las clases escolares,
Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror que duraba
lo que el frágil rumor de los cristales
después de la explosión,
y el casi incomprensible
dolor de los adultos,
sus lágrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que, por algún resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala aún caliente
el incendio
de un edificio próximo,
los restos de un saqueo
-papeles y retratos
en medio de la calle...
Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre.
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar. 


A mí me impactó bastante. Otro poemario bastante famoso fue Muestra, corregida y aumentada, de algunos procedimiento narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan (1976). Este título tan largo encabeza a un hermoso conjunto de pomas entre los que encontramos este, sobre la esperanza, ese sentimiento que a veces nos falta tanto, y que Ángel González ve más bien como un arma de doble filo:

TODO SE EXPLICA

La esperanza -antes tan diligente-
no viene a visitarnos hace tiempo.

Últimamente estaba distraída.
Llegaba siempre tarde, y nos llamaba
con nombres de parientes ya enterrados.
Nos miraba con ojos que le transparentaban,
igual que esos espejos que pierden el azogue.
Nos tocaba con manos realmente imperceptibles,
y amanecíamos llenos de arañazos.
También daba monedas que luego no servían.

Pero ahora, ni eso.
Hace ya tanto tiempo que no viene,
que hasta llegué a pensar:
                                          ¿si se habrá muerto?
Luego caí en la cuenta
de que los muertos éramos nosotros


Los dos últimos textos que he escogido pertenecen al poemario Prosemas o menos (1985). Prestad especial atención al segundo, Canción, glosa y cuestiones, en el que Ángel González hace gala de una deliciosa ironía:

EL DÍA SE HA IDO

Ahora andará por otras tierras,
llevando lejos luces y esperanzas,
aventando bandadas de pájaros remotos,
y rumores, y voces, y campanas,
-ruidoso perro que menea la cola
y ladra ante las puertas entornadas.

(Entretanto, la noche, como un gato
sigiloso, entró por la ventana,
vio unos restos de luz pálida y fría,
y se bebió la última taza).

Sí;
     definitivamente el día se ha ido.
Mucho no se llevó (no trajo nada);
sólo un poco de tiempo entre los dientes,
un menguado rebaño de luces fatigadas.
Tampoco lo lloréis. Puntual e inquieto
sin duda alguna, volverá mañana.
Ahuyentará a ese gato negro.
Ladrará hasta saarme de la cama.

Pero no será igual. Será otro día.

Será otro perro de la misma raza.



CANCIÓN, GLOSA Y CUESTIONES

Ese lugar que tienes,
cielito lindo,
entre las piernas,
ese lugar tan íntimo
y querido,
es un lugar común.

Por lo citado y lo concurrido.

Al fin, nada me importa:
me gusta en cualquier caso.

Pero hay algo que intriga.

¿Cómo
solar tan diminuto
puede ser compartido
por una población tan numerosa?

¿Qué estatutos regulan el prodigio?

Esto es todo. En breve traeré una entrada más larga, probablemente cinematográfica. ¡Un abrazo a todos! 


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