sábado, 24 de marzo de 2012

De vuelta con Pink Floyd


Dicen que lo que sale en la portada es la nariz de Waters... Maybe.
Sin mayores preámbulos, os traemos hoy el que fue el sexto álbum de estudio del grupo británico Pink Floyd, cuya trayectoria comenzamos a revisar con Atom heart mother, reseñado aquí. Un año después de la publicación de éste último -por aquel entonces el grupo era bastante prolífico, dado que el esfuerzo de creación se repartía entre todos sus integrantes y que sus proyectos no eran tan ambiciosos como los que vendrían poco después-, los británicos editaron un álbum muy similar al anterior, tanto por la estructura como por tener la creatividad absoluta como leitmotiv principal, aunque con un nivel muy superior.

A pesar de esta "falta" de originalidad, Meddle (1971) es un álbum sumamente relevante en la carrera del grupo. El principal motivo de este hecho es que es el último álbum (exceptuando Obscured by clouds, que en realidad es una composición para la banda sonora de la película El valle y no lo contaremos como álbum de estudio hecho y derecho) en el que el reparto de poderes y responsabilidades dentro de la banda es equitativa; a partir de ahora, Roger Waters se hará con el liderazgo indiscutible, seguido en menor medida por David Gilmour. Richard Wright y Nick Mason pasarán a un discreto segundo plano, lo cual no significa que dejaran de contribuir: ahí tenemos la maravillosa pieza de piano de The great gig in the sky, parida por Wright, o la introducción única que es Speak to me, concebida originalmente por Mason.

Aparte, significa el viraje definitivo de Pink Floyd hacia el rock progresivo, que va asomándose tímidamente en cada una de sus nuevas creaciones. Podría decirse que se culmina el proceso de cambio iniciado en Atom heart mother, cerrando su etapa psicodélica y renegando así de sus orígenes; sin embargo, como veremos más adelante, esto sólo significa un tremendo salto hacia arriba. Siguiendo con el símil, es en este disco en el que empiezan a coger impulso: es el intermedio entre la gravedad y el vuelo. Y por eso es único.

El espectáculo da comienzo, en la cara A del álbum, con una de mis canciones preferidas de los Floyd: One of these days. Es una canción casi instrumental - sólo tiene una única línea de letra-, pero a la vez es una de las más intensas, inquietantes y brutales de toda la trayectoria del grupo, al nivel de temas como Another brick in the wall (part II) (podéis llamarme exagerado, si queréis). Basta con decir que esa solitaria frase que enmarca la tremenda instrumentación es la siguiente: One of these days, I'm going to cut you into little pieces ("Uno de estos días te voy a cortar en trocitos."). La canción es un continuo crescendo que parte de unas notas de bajo propinadas por Waters, al que se unen ráfagas metálicas aquí y allá y, poco más tarde, la batería junto con la guitarra de Gilmour cada vez más distorsionada. El clímax llega cuando Mason pronuncia la susodicha frase: es el disparo de salida de un furioso jam de la banda al completo, un mar de sonidos y texturas realmente rico.

Tras el brusco desenlace de la canción anterior, comienza una de las pocas baladas al uso de Pink Floyd, A pillow of winds. Es una canción bastante sencilla: un motivo de guitarra acústica repetido a lo largo de toda su duración, mientras Gilmour canta la letra compuesta por Waters: una letra muy sugerente y poética, lejos de la simplicidad que demostró en If, por ejemplo:
When night comes down
You lock the door
The book falls to the floor
As darkness falls
The waves roll by
The seasons change
The wind is wry
Cuando cae la noche
bloqueas la puerta
el libro cae al suelo.
Cuando cae la oscuridad
las olas pasan rodando
las estaciones cambian
el viento es irónico.
Dispuestos a continuar haciendo cosas atípicas, presentan otra canción muy lenta, Fearless, en cuyo inicio se reproduce una grabación -bastante fea, en mi opinión- de la afición del Liverpool cantando el himno del equipo, que se repite al final del tema (y que me recuerda a los coros de Absolutely curtains, en Obscured by clouds, un tema horrible). ¿Es una canción sobre el fútbol, entonces? Pues no, aunque la verdad es que la letra es bastante abstrusa: yo la interpreto como una especie de oda a la tozudez y a la arrogancia, por esas líneas iniciales en las que se plantea el reto de subir a una colina y el "por mis cojones que lo hago" posterior. Dejando esto aparte, la pista instrumental es muy bonita, con Gilmour a la guitarra además de a la voz, dando un conjunto muy agradable y melódico, sin asperezas. Una cosa que me llamó la atención es la mención de un idiota y una colina. ¿Homenaje velado a The fool on the hill, o es que estoy demasiado enganchado a The Beatles?


Curiosamente, a pesar de seguir la misma fórmula que en Atom heart mother -canciones independientes y convencionales en cuanto a forma y duración, suite aparte-, el resultado final es mucho más redondo, lo que quizá sea el reflejo de una madurez mucho mayor como compositores y como grupo. Si leísteis la reseña de Atom..., comentábamos esa flojera de las canciones, presente siempre en forma de "pero"; pues bien, en este disco no encontramos ésto. Unos mejores arreglos, unos motivos más interesantes o la ya mencionada madurez, tiene un "algo" que hace que el salto cualitativo, a estas alturas del disco, sea notable.

Continuamos con San Tropez, basada en la visita del grupo a una comuna en dicha ciudad, sita en el sur de Francia. Es una composición bastante ligera exclusiva de Roger Waters, lo que contrasta con la profundidad y gravedad de los temas que traería después a nuestros oídos (locura, obsesión, guerras, etcétera); incluso se permite cierta picardía, algo inaudito en el siempre seriote Waters. Instrumentalmente es única en la tradición floydiana, especialmente por el tono alegre del piano, y esa guitarra que aporta ciertos matices playeros, por así decirlo. También es una de las canciones que más me gustan de la etapa pre-Dark Side de los Pink Floyd.

Llegamos entonces a la canción controvertida del disco: Seamus. Lo habitual en cualquier comentario del disco es tildarla de mala para arriba, pues no suele gustar mucho al oyente medio de PF. Personalmente no me desagrada ese aire de blues puro y duro, con ciertos efluvios de paletez, de tipo cantando en el porche de su vieja casa de madera en la estepa mientras se balancea en una mecedora y con una botella al lado en la que se lee XXX... Ejem, pues eso, que no es del todo desagradable; lo que sí me hace darle a siguiente en cuanto asoma la nariz en mi reproductor es el puñetero chucho, que maldita la hora en la que concibieron semejante idea. Cierto, es una idea que puede funcionar (verbigracia, el disco Animals), pero en este caso no lo hace. A todo esto, el nombre de la canción hace referencia, claro está, al susodicho perro, llamado Seamus; el cánido en cuestión no era otro que el de Steve Marriott, amigo de Gilmour. Terminamos así la cara A del disco.


Para terminar (¿terminar? ¡Si queda la cara B entera!) llega, con sus característicos pitidos similares a los de un sónar, Echoes, con la friolera de 23 minutos y medio de duración. Hablando en plata, una de las composiones más grandes, más evocadoras, más grandilocuentes y más interesantes de toda la carrera de Pink Floyd. Lejos de la abstracción y la extrañeza de la suite Atom heart mother, Echoes contiene todo lo que el mejor rock progresivo podría desear: un comienzo paulatino, en el que una melodía se va construyendo poco a poco con la adición de instrumentos, efectos y matices; una repetición de motivos musicales a lo largo de su monstruosa longitud, regodeándose en ellos cuanto quieren, aunque en ningún momento llega a ser aburrido; el uso de nuevas técnicas, que en este caso se traducen en la posibilidad de grabarla "a trozos" para después ensamblarla, cosa que no ocurrió con Atom... En la segunda mitad de la canción repiten jugada, comenzando con unas notas prolongadas de órgano y la vuelta a la carga de Gilmour, que comienza a apuntar maneras de lo que serán sus inolvidables solos de guitarra, como los de Time o Confortably numb (antes de que se pasara de rosca y resultase simplemente aburrido, como en Marooned).

En la voz descubrimos una buena complementariedad entre las voces de Gilmour y Wright, que dan el punto justo de frialdad y nostalgia a la letra, que tampoco se queda atrás: nos presenta un paisaje submarino, (And everything is green and submarine, "Y todo es verde y submarino"), onírico, con una atmósfera triste y ciertamente desolada, sugiriendo por momentos el desamparo del hombre ante un mundo y un destino que le son completamente ajenos y en el que sólo se tiene a sí mismo, a pesar de ciertos pasajes que suscitan una cierta esperanza:
Strangers passing in the street
By chance two separate glances meet
And I am you and what I see is me
And do I take you by the hand
And lead you through the land
And help me understand
The best I can
Extraños pasando por la calle
Por casualidad, dos miradas se cruzan
Y yo soy tú, y lo que veo es a mí
Y te cojo de la mano
Y te guío a través de la tierra
Y me ayudo a entender
Lo mejor que puedo.
Como remate, una curiosidad: el diseñador de muchas de las portadas de Pink Floyd, Storm Thorgeson, propuso, como idea para la de este álbum, poner el ano de un babuino, así, por las buenas. Lógicamente, semejante iluminación fue rechazada por el grupo, que en su lugar propuso que apareciera una oreja de cerdo -motivo recurrente en la simbología del grupo, el cerdo, digo-, junto con unas ondas simulando los "echoes", que fue la que finalmente se adoptó. Igualmente, el resultado deja bastante que desear, aunque al menos es bastante más representativa que la de Obscured by clouds, que también se las traía... Pero ésa la veremos en otra ocasión.

Y esto es todo por hoy. Os dejo con el famoso Live at Pompeii, un magnífico directo en el que podemos ver al grupo tocar, entre otras, la grandiosa Echoes al completo. Meddle representa los momentos previos antes de que Pink Floyd estallara y ascendiera hasta ocupar el lugar que le correspondía entre los más grandes grupos de rock progresivo, y quizá de la música en general, con lo que es de escucha obligada para cualquier melómano que se precie. Como siempre, tenéis el disco a vuestra disposición. ¡Que lo disfrutéis, y muchas gracias por leernos!

Pink Floyd - (1971) Meddle

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