lunes, 5 de marzo de 2012

Entre amigos


Cuando uno quiere clasificar una película, puede hacerlo mediante las clásicas etiquetas (cine negro, romántico, comedia, drama), aunque obviamente no es el único criterio. Podríamos dividirlas en películas con una propuesta interesante, pero que no quieren ir más allá del entretenimiento (Origen); películas grandilocuentes y profundas que aplastan (o incluso aburren) al espectador con su pretenciosa ansia de trascendencia (La vida secreta de las palabras, y creo que cualquiera de Coixet); películas que sólo responden a intereses económicos y la cagan en el intento (Eragon), etcétera. A la película que hoy traigo le sentaría como un guante la etiqueta 'película que, de tan humilde, sorprende y cautiva'. Vamos allá con Entre copas (2004), de Alexander Payne.

La historia de la película es muy sencilla: dos amigos emprenden un viaje para celebrar que uno de ellos se casa. Sin embargo, esta escapada no significa lo mismo para los dos: aunque Miles (Paul Giamatti), amigo del novio y padrino de la boda, la proyectó como una ruta de vino y golf entre colegas, para Jack (Thomas Haden Church) es su última oportunidad para ejercer su libertad, y no permitirá que su amigo se lo niegue. Como es lógico, no tarda en presentarse alguna que otra fricción: pronto Jack encuentra una mujer simpática y divertida con la que saciar sus deseos, Stephanie (Sandra Oh), y obliga a Miles a hacer lo propio con Maya (Virginia Madsen), una vieja conocida de éste que trabaja en uno de los restaurantes que visitan.

Esta película se presenta ante el espectador sin pretensiones de ningún tipo: no hay tremendos efectos especiales, ni grandes y profundos dramas ni giros de guión, y mucho menos grandes y relevantes ideas desgranadas en largas conversaciones. Tiene una sencilla historia que contar y eso es lo que hace: la trama transcurre sin sobresaltos, evolucionando de una forma natural y lógica y con un constante tono ligero. Es una película absolutamente cotidiana, y ése es precisamente su fuerte. Esto no quiere decir que sea puramente anecdótica: no por nada se llevó el Óscar al mejor guión adaptado (está basada en la novela Sideways, de Rex Pickett), amén de ser candidata a otros cuatro galardones, entre ellos el de Mejor película, pero compitiendo con la genialosa Million dollar baby no tenía nada que hacer.

Al ser la trama tan sencilla y la ejecución tan simple, todo el interés recae en unos personajes perfectamente construidos y muy cercanos: en primer lugar, tenemos a Miles, un profesor de literatura de instituto que aspira a publicar un libro, aunque sin muchas esperanzas, cuya vida transcurre en la indolencia tras su divorcio dos años atrás. Es un pesimista convencido, algo cínico y bastante propenso a las crisis de ansiedad. Creo no equivocarme si digo que la película no sería ni la mitad de interesante si éste papel no hubiese recaído en Paul Giamatti, que hace un papel genial y logrando la comprensión, e incluso la identificación del espectador. Al menos, yo sí he llegado a sentirme plenamente identificado con él (y no es que yo sea bajito, calvo y con barba, precisamente).

"Un pequeño revoloteo de una especie de queso de bola con nueces..."

Frente a Miles, tenemos a Jack, diametralmente opuesto al primero: es un actor de segunda fila que sin embargo goza de bastante habilidad con las mujeres, como se comprueba a lo largo de toda la película, un tipo impulsivo, vehemente y tremendamente inmaduro que en alguna ocasión llega a exasperar al pobre Miles (la primera, cuando le comunica sus intenciones para ese viaje: echar un polvo). Conocemos a los personajes a lo largo de toda la película, durante la cual se van soltando pequeños detalles que, sin revestirse de mucha importancia, permiten establecer de alguna forma sucesivas relaciones de causa y efecto en la trama y en la vida de los propios personajes, de manera que todos los hechos de la película transcurran sin que nada parezca forzado o artificial.

Tanto es así que yo diría que es una película de detalles: donde bien podría haber un monólogo interior o un pequeño diálogo, Alexander Payne introduce un gesto, una mirada o una frase, de manera que cualquier palabra de más sea redundante e innecesaria. Ésto no implica que todo el metraje sea silencios y miradas intensas y expresivas; incluso en los momentos más dramáticos se mantienen esa ligereza y esa cercanía que caracteriza a la película, y constantemente tenemos diálogos ágiles y momentos en los que uno puede incluso carcajearse a gusto (como en la escena que representa la imagen de debajo).


Y eso es lo mejor de la película. Lo que cuenta es perfectamente verosímil, y los personajes son tan realistas (y reales) que cualquiera puede verse reflejado en ese 'coger aire para tomar confianza' de Miles en cierta escena, o en la decepción que se refleja en la cara de Maya en cierta otra escena, e incluso en esa inconsciencia de la que hace gala Jack en numerosas ocasiones, movido por las ilusiones y la inmadurez que acarrea.

Todo esto ocurre, como indica el título, entre copas: abundan las alusiones al vino, su fabricación y su degustación, siendo algo más que una simple particularidad del viaje de los protagonistas. Incluso asistimos a una pequeña cata profesional por parte de Miles en una de las escenas. Además, juega un papel fundamental en las relaciones entre varios personajes, sobre todo en la de Maya y Miles. Si nombres como Pinot Noir, Chardonnay o Cheval Blanc del 61 no os dicen nada, seguramente después de ver la película sí lo hagan.

Alexander Payne hace un buen papel en la dirección, contando todo lo que hay que contar acerca de la historia de una forma eficiente, adecuada y en ocasiones original, como, por ejemplo, en esa escena en que la imagen se divide en múltiples encuadres, aportando varios puntos de vista y mostrando cosas distintas; o durante la cena entre los cuatro protagonistas, cuando se suceden escenas muy cortas con un efecto de fundido, evocando de forma bastante fidedigna la sensación de fragmentarismo que se tiene cuando el achispamiento va en aumento y se convierte en borrachera, como le ocurre a Miles durante esa cena.

Al espectador le resulta muy fácil involucrarse en la trama: gracias a ese costumbrismo que domina la película uno puede construir puentes entre la anécdota del filme y la vida propia; por ejemplo, asistimos a la cada vez peor situación de Miles y su reacción final a todo esto. Sin embargo, se deja bastante claro que, incluso en el mayor río de mierda, uno encuentra algún pañuelo para limpiarse (creo que ésto es de Bukowski). Especialmente interesante es cierto discursito de Maya acerca del vino (que en realidad no es un discurso, sino un ficheo descarado a Miles). Tremendo.

Hace poco la vi por cuarta vez, y cada vez me fascina más y más (aunque me llevé la desagradable sorpresa de encontrarme a la mitad del elenco de dobladores de la serie Friends. ¡Cada vez que hablaba Miles, escuchaba a Ross! Tengo que volver a ver versiones originales...). De hecho, la considero mi película favorita, junto a Pulp Fiction. No aburre en ningún momento, tiene sus momentos alegres y sus momentos dramáticos, y unos personajes geniales representados por unos actores en estado de gracia. ¡Y qué final, oiga! Si tienes un par de horas y ganas de reírte, te recomiendo echar un ojo a esta película imprescindible. Espero que os guste. ¡Un saludo!


2 comentarios:

Mr. No One dijo...

¡Me has convencido! Solo he leído la mitad de la reseña, creo que el resto la leeré después de verme la peli. ¿Alguna idea de dónde puedo descargarla o verla online? xD

Mr. Nobody dijo...

Eh, que ya no suelto spoilers gordos xD Puedes leer el resto de la reseña sin peligro. Y me alegro de haberte tentado, hombre.

Si usas Jdownloader, vagos.es es tu solución. Lo difícil es encontrar enlaces que no sean de Megaupload, pero haberlos, haylos.

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