sábado, 31 de marzo de 2012

Lo que vende hoy, ayer y siempre


Siguiendo con la racha temática, hoy os traigo dos libros más que tienen un tema en común, aunque tratado desde puntos de vista muy diferentes: el sexo. El primero tal vez os suene: Crónica del rey pasmado, de Gonzalo Torrente Ballester, denominación de origen española; aunque seguramente el nombre del otro autor os resulte más conocido que el del señor Torrente (hablo de Ballester, eh): no es otro que Michel Houellebecq, uno de los autores contemporáneos más importantes del panorama literario francés. De su pluma nos llega Plataforma, una novela que ahonda en los temas habituales del autor, con varias características comunes en sus otras novelas (según he oído, porque sólo he leído otro libro del autor). Después veremos en qué consisten.

Crónica del rey pasmado, de Gonzalo Torrente Ballester

"¡Díselo a la mano!" Y lo hizo...
Torrente Ballester, autor gallego nacido en 1910, nos brinda con esta novela una simpática comedia ambientada en los tiempos del Imperio Español, aquella época de una más que frágil grandeza, como veremos a lo largo del libro, y unos usos y costumbres bastante distintos a los que predominan hoy en día. El argumento es bien sencillo: tras una noche toledana con Marfisa, una bella y experimentada cortesana, el rey de España, presumiblemente Felipe IV (se hacen varias referencias a reyes anteriores, con lo que no es difícil situar al protagonista de la novela en la dinastía borbónica), pergeña una idea de lo más peregrina: quiere ver a su esposa, Su Alteza la Reina, desnuda (sabréis que la moda de noche en aquella época eran los camisones con un agujero convenientemente ubicado, para hacer el coito lo más casto y moral posible, ¿no?). Con esta idea como excusa, asistimos a las diversas intrigas de unos y otros para facilitar o evitar que se produzca semejante acontecimiento.

Bien podréis imaginar quiénes pertenecen a uno y otro bando. Quienes quieren evitar tan inmoral acto son, cómo no, la Iglesia, especialmente un monje capuchino llamado Villaescusa, y el Valido del rey, a quien traen de cabeza las escapadas del rey. Contra ellos se posicionan la propia Marfisa; el padre Almeida, otro cura venido de colonias, que piensa que no hay pecado en que el rey se recree la vista con su esposa; y, sobre todo, el conde de la Peña Andrada, quien acompañó al rey a su encuentro con Marfisa, y quien puede no ser lo que aparenta. Este variopinto grupúsculo conspirará para favorecer un encuentro en las condiciones propicias de manera que tenga lugar el gran evento. Por su parte, la reina pone su granito de arena, que como sabremos también tiene unas ganas locas.

Fuera del mero argumento, un gran punto a favor son los personajes, especialmente la pareja real: la escena del principio en la que el rey, tras ver la espalda desnuda de Marfisa, se queda con cara de pasmo mirando al cielo, en el que no puede evitar lúbricas imágenes (hasta es probable que babease un poco, aunque eso no se indica en la narración) es tronchante. O cuando, a punto de cumplir finalmente sus deseos, encuentra que el padre Villaescusa ha cerrado con llave todos los accesos a los aposentos de la reina, que le espera con su más sugerente camisón, ¡y se pone a llorar! Genial. Es interesante también la reunión que llevan a cabo el Gran Inquisidor y sus acólitos para decidir los aspectos morales de las acciones del rey, derivando en una discusión acerca de si, al acostarse con Marfisa cinco veces, resultando una fallida, según comenta el vulgo con bastante fundamento, pecó sólo una vez, o cinco, o si al errar el tiro no cuenta como afrenta al Señor y se reduce a cuatro el número de pecados. Hasta el diablo tiene su papel en esta sátira perfectamente hilada, que cuenta además con cameos de personajes famosos: ahí tenemos a don Luis de Góngora intentando componer una décima basada en la heroica, o no tanto, noche del rey.

Gabino Diego es Felipe VI en la adaptación al celuloide de 1999, dirigida por Imanol Uribe

No todo es jarana y jolgorio, sin embargo. También existe una mordaz crítica a la Iglesia, en la que cualquier cosa es admisible en función de la doctrina que se quiera aceptar, y todo es mudable si se encontrase necesario que lo fuera (bien que permiten que el padre Rivadesella charle con el diablo al caer el sol, por ejemplo). Torrente Ballester arremete también contra numerosas costumbres que hoy nos parecen superadas, pero que hasta hace poco no lo estaban tanto; y lo hace llevándolas a extremos tan ridículos que caen por su propio peso: por ejemplo, la incapacidad que parece tener el Valido para la concepción de un heredero es achacada por el padre Villaescusa a que su mujer sienta placer al fornicar, un hecho que, si bien es aceptable en el varón, es completamente incorrecto en la mujer. O el susodicho camisón, que si, aparte de lo antierótico que resulta de por sí, en él está escrito "Vade retro, Satanás", apaga y vámonos (sí, en la historia aparece uno así). También se hace alusión al inherente remilgo femenino con lo físico, o su tendencia a decir "no" sólo por fastidiar, aunque deseen el "sí" (mira, esto tiene cierta actualidad...).

Su corta longitud (230 páginas) hace que, además, sea una lectura ligera y bastante amena, a pesar del lenguaje algo arcaico, de época, que se gasta el señor Torrente Ballester. Pero vamos, que si habéis podido leer la reseña hasta aquí no tendréis ningún problema. Recomendable para pasar un buen rato.

Título original: Crónica del rey pasmado. Scherzo en Re(y) mayor Alegre, mas no demasiado.
Año: 1989. Páginas: 230.

Plataforma, de Michel Houellebecq

Aquí el humor se agria un poco. Del inocente deseo de ver a una mujer desnuda pasamos al turismo sexual, especialmente en el continente asiático, perversiones de cualquier tipo y una larga sucesión de reflexiones acerca de la condición humana que, en general, no son demasiado halagüeñas. Eso es, en esencia, esta novela del polémico escritor. Pero no lo es todo.

La novela empieza con la muerte del padre del protagonista, de nombre Michel (¡oh!), aunque es un hecho que apenas le importa, hasta tal punto es un tipo gris, hastiado, enajenado, desengañado de la vida. Trabaja como contable en el Ministerio de Cultura, aunque no siente especial pasión por su trabajo ni por ninguna de las artes que promueve; a sus cuarenta años, su soltería es algo establecido y, en apariencia, definitivo, y su cinismo es ya una característica inamovible de su persona. Parece que el pobre hombre no es más que un tópico literario, ¿verdad? Pues no; una constante en esta novela es ese asentarse en tópicos de los que escapa rápidamente por medio de detalles sorprendentes e interesantes (con las inevitables excepciones, claro). Pronto cambiará esa primera impresión que nos causa el protagonista en las páginas iniciales, pues irá ganando humanidad y tangibilidad; si os decidís a leer esta novela, os aconsejo que no os fiéis de las primeras veinte páginas, que luego la cosa resulta bastante más interesante.

Tras heredar una pequeña fortuna de su padre, Michel aprovecha el ambiente de comprensión en su trabajo para irse de vacaciones. ¿Adónde? A una de las capitales del turismo sexual: Tailandia. Éste es el hecho que introduce el verdadero cuerpo de la novela, pues es en este viaje donde conoce a Valérie, una mujer joven con la que conecta sorprendentemente bien. Valérie es agente de viajes en la agencia con la que viaja Michel, aunque por una vez viaja como cliente y no como supervisora o empleada. A partir de aquí la historia se bifurca: no sólo asistiremos a la recién descubierta vitalidad del protagonista, sino que también se nos hará una completa radiografía del sector turístico y sus affaires, en la medida en que Valérie va medrando dentro del mismo junto con su amigo y jefe Jean-Yves. La difícil situación matrimonial de éste último (y tan difícil, como que su mujer gusta de practicar el sadomasoquismo, aunque con otros hombres. A él le odia.) da pie a numerosas reflexiones acerca del fracaso del amor, el resentimiento y los errores pasados, en contraposición a la incipiente felicidad de Michel y Valérie, su vie en rose y sus variadas perversiones sexuales.

¿Dije perversiones? Sí, en esta novela hay mucho amor, pero no sólo besitos. Locales S&M, masajistas tailandesas, tríos, orgías, saunas... Todo descrito con todo lujo de detalles, cortesía de monsieur Houellebecq. Éste es quizá uno de los elementos por los que la novela cojea un poco: no termina de resultar creíble que cada dos pasos haya una camarera que se preste a un trío por las buenas, y tampoco la iniciación lésbica de Valérie en su más tierna adolescencia, y mucho menos los escarceos amorosos de Jean-Yves con la niñera de sus hijos (!). En el otro extremo de la balanza, Houellebecq nos regala (vende, si pagas por el libro, claro) lúcidas digresiones acerca de la vida moderna, la naturaleza del hombre, la posibilidad y el sentido del amor, del que el turismo sexual es el último bastión (el libro tiene MUCHO de sociología); y sobre temas mucho más concretos como el régimen cubano, el fracaso del comunismo frente al capitalismo, el fundamentalismo islámico... En ocasiones, por esta lucidez (discutible, por supuesto) que tiene por bandera el autor ha roto con lo políticamente correcto, por lo que cada nueva novela que publica suele dejar una bonita estela de polémica tras ella. De ahí que se le considere un enfant terrible contemporáneo, un tipo con aspiraciones a provocador. En fin, todo en esta vida es márketing.

Michel Houellebecq (1958)

Lo cierto es que tras leer su primera novela, Ampliación del campo de batalla, se me fueron todas las ganas de continuar con este autor: me pareció interesante como anécdota, pero insuficiente como novela (completamente desproporcionada la comparación con El extranjero, de Albert Camus, que acompañaba a la promoción del libro); tras leer esta Plataforma, puedo decir que acerté al darle una segunda oportunidad, y quizá hasta vuelva a leer Ampliación..., ya que si algo he aprendido es que la circunstancia tiene un gran peso a la hora de apreciar un libro (o un disco, o una película).

¿Pegas? La ya comentada poca verosimilitud en varios aspectos de la obra, además de algunos pasajes superfluos, como las también mentadas primeras páginas, en las que reina una atmósfera que no aparece en el resto de la novela. Aunque quizá el mayor pero que le puedo poner al libro es su final, forzado, típico y previsible desde el mismo instante en que se emparejan Michel y Valérie. Houellebecq tuerce el desarrollo de la historia bien porque no sabía cómo terminar, bien porque no tenía otra manera de subordinar el desenlace a la demostración de una máxima: la felicidad, al fin y al cabo, es una quimera. Que esto no os desanime, de todas formas: bien es sabido que lo importante no es el fin sino el camino (pura poesía), y en él tenemos personas adorables, como Valérie; humanas y trágicas, como Jean-Yves; o discretas pero memorables, como Lionel. Por no hablar de la extrema franqueza del protagonista, lo que, junto con la narración en primera persona, hace que dé la impresión de que habla directamente al lector.

Una novela dura tanto en formas (me recuerda a Murakami en el número de eyaculaciones por página, por cierto) como en contenido; que a veces puede resultar más pesada en determinados pasajes, especialmente en los que se desgrana el mercado del turismo, pero que duran poco y no oscurecen el resultado final. Muy disfrutable, al menos por mi parte. ¿Y por la tuya?

Título original: Plataforme.
Año: 2001. Páginas: 316.


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