Siento mucho haber estado desaparecido (las disculpas van dirigidas sobre todo a mi amigo Mr. Nobody, a quien le he encasquetado el marrón de publicar en solitario durante casi la totalidad del mes pasado).
Ahí va, espero que os guste.
La última cinta del francés Roman Polanski se llama Un dios salvaje, y aunque quizá la denominación "obra maestra" le viene algo grande, sobre todo si tenemos en cuenta otros títulos del aclamado cineasta -véanse Chinatown (1974) o El pianista (2001)-, lo cierto es que queda lejos de ser una fuente de entretenimiento pasivo para el espectador. Vamos, que la peli "tiene chicha".
Un dios salvaje no es para nada una película al estilo convencional. Para empezar, el guion está basado íntegramente en una obra de teatro de la genial dramaturga judía Yasmina Reza, Le dieu du carnage (2007). Esta buena mujer fue galardonada en el año 2000 con el Gran Premio del Teatro que concede la Academia francesa, por el conjunto de su carrera dedicada a esta noble disciplina artística que un servidor tanto admira. De ella recomiendo fervientemente la lectura de Arte, una obra que se representa con gran asiduidad en España (en Madrid ha llegado a estar en los carteles de hasta tres teatros diferentes de forma simultánea, ahí es nada), sin duda debido al original tratamiento del tema principal, que es la difusa delimitación que existe entre el arte moderno y el engaño.
Pero no quiero desviarme demasiado del tema. La conclusión es que, con semejante referencia en el guion, las garantías de éxito eran altas, y más si tenemos en cuenta que, durante la totalidad del proceso de rodaje, la colaboración entre Polanski y Reza fue directa y estrecha.
El planteamiento del tema no podría ser más sencillo: en clave de comedia, se desarrolla la historia de un niño que agrede con un palo a otro crío en la escuela. Los padres del niño agresor (Kate Winslett, Cristoph Waltz) acuden a la casa de los padres del agredido (Jodie Foster, John C. Reilly) para redactar conjntamente una carta dirigida al director de la escuela. Hasta aquí todo parece de lo más normal. Pero en seguida los desencuentros empiezan a sucederse, las tensiones se disparan, el alcohol hace su aparición y finalmente todos terminan descubriéndose y mostrando su verdadera cara frente a los demás.
Roman Polanski, el director de Un dios salvaje |
Y, al igual que ellos nosotros, desde la butaca (o el sillón de tu casa, según prefieras), también iremos cambiando de bando en función de nuestras percepciones y opiniones preformadas. A veces, incluso, la situación es tan surrealista que es complicado determinar con quién estamos de acuerdo.
Algunos opinan que el final es precipitado, que no está bien situado. Yo creo que está donde tiene que estar, a Polanski le bastan los escasos 80 minutos que dura la película para desarrollar bien el tema.
En cuanto al aspecto técnico, es preciso destacar la enorme dificultad que conlleva rodar una película como esta, a modo de escena teatral única y en tiempo real, para llevarla a la gran pantalla. Mis conocimientos sobre Dirección cinematográfica no son precisamente amplios (por no decir absolutamente nulos) pero hice algo de teatro en otros tiempos, cuando aún era un alma libre, y puedo imaginar que el trabajo de Polanski a la hora de dirigir a los actores con la precisión milimétrica que demuestra en cada corte ha sido enorme y merece ser tenido en cuenta. En este sentido, Un dios salvaje se asemeja a La soga, del gran Alfred Hitchcock, rodada a partir de escenas largúisimas, a modo de obra teatral.
El oscarizado Cristoph Waltz |
Como curiosidad, mencionaré que, a pesar de desarrollarse la historia en un apartamento de Brooklyn (Nueva York), la película el filme fue rodado íntegramente en París, debido a los problemas legales del director que le impiden el acceso a Estados Unidos (actualmente, Polanski se encuentra imputado en este país por presunto abuso sexual a una menor de edad).
Esto es todo por hoy, amigos. Que la disfrutéis, si decidís verla. ¡Buena suerte!
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