viernes, 16 de diciembre de 2011

Hay una mujer y hay cerillas, pero no es de Larsson


La niña que amaba las cerillas, de Gaétan Soucy

Es difícil decir de qué va este libro. Según uno lee la sinopsis se imagina una serie de hechos que después ni siquiera aparecen; en su lugar, Soucy nos entrega una historia extraña, macabra y muy interesante, con giros argumentales y un racionamiento extremo de la información al lector. Y todo en apenas 160 páginas.

SINOPSIS

Cuando una mañana los dos hermanos se encuentran a su padre muerto en su habitación, se sienten de pronto perdidos en un universo caótico y sin control; su padre, quien movía todos los hilos en el mundo que habitaban mediante sus mandatos perentorios y sus palizas, ya no está para dirigirlos y sin él se sienten confusos y perdidos. ¿Qué deberán hacer a partir de ahora?


La sinopsis es muy críptica, pero ésta es una historia a la que es mejor enfrentarse sin ideas preconcebidas, o uno corre el peligro de resultar decepcionado. Como La pianista de Jelinek, éste es un libro con un estilo muy peculiar, aunque no tan extraño como el primero; existe además otro libro muy famoso y muy leído con un estilo similar: El niño con el pijama de rayas, de John Boyne. Está escrito en primera persona, ya que se utiliza un narrador protagonista, encarnado en el mayor de los hermanos. Hago esa referencia a El niño... porque también vemos el mundo a través de una mente muy joven, pero en este caso está bien hecho. Quiero decir, es creíble y además soportable (no como en el otro. El protagonista de ese libro debía de ser un pelín oligofrénico, o al menos ésa es la impresión que me dio cuando lo leí. El Furias... Pfff...).

Pero hoy hablamos de esta novelita de Gaétan Soucy, la obra más famosa de este autor canadiense. No he leído más obras suyas, pero si son como ésta acabarán en mi lista de pendientes en breves.

Lo primero que ocurre en el libro es el descubrimiento del cadáver por la pareja de hermanos. A partir de este hecho se desarrolla una historia que escatima continuamente datos al lector, quien va descubriendo, siempre muy poco a poco, los secretos del argumento. Por ejemplo, un recurso muy utilizado es nombrar algún elemento, y o bien el lector se pasa varias páginas pensando qué puede ser lo mentado, o parece un dato irrelevante que sólo cobra importancia un poco después, cuando se nos descubre qué es lo que hay tras ese nombre. Puedo aseguraros que palabras como el panteón o el Justo Castigo os evocarán cosas muy diferentes a las habituales después de leer este libro.

Gaétan Soucy
La manera de narrar resulta bastante espontánea, ya que en realidad es el relato que el protagonista escribe en el Libro mágico, una especie de registro del día a día de la casa. Constantemente intercala frases como "si es que eso se dice", "si es que existe esta palabra" o similares, sobre todo después de escribir palabras de uso poco común, o aplicadas en contextos que no son los habituales; esto no es casual, ya que estamos leyendo lo que escribe una persona que ha aprendido todo lo que sabe leyendo libros, y que dice haber aprendido la sintaxis que utiliza de la obra del duque de Saint-Simon, que debía de ser un tanto pedante en el uso de los verbos. Todos los que leemos soltamos a veces palabras que no sabemos con precisión qué significan, para qué negarlo, pero es que quedamos tan bien cuando decimos algo que nadie más entiende...

Pasemos a los personajes. Cuando lo habitual es que haya una descripción más o menos detallada para caracterizar a un personaje, en esta novela no existe tal cosa: los protagonistas se construyen a lo largo toda la historia. Ésto no quiere decir que presenten algún tipo de evolución (toda la acción se desarrolla en apenas un día, con lo que poca evolución pueden sufrir); más bien es parte del juego de velos que el autor se trae con el lector: al principio uno les toma por lo que más tarde se descubre que no son. Es una novela que constantemente desengaña al lector, y le hace seguir leyendo con una febril avidez.

Repartidos por el libro hay pequeños fragmentos que valen bastante la pena, como, por ejemplo:
En los diccionarios (libros) que iremos a buscar en lo que mañana quede de la biblioteca incendiada, en donde algunos, me atrevo a creerlo, se habrán librado de la quema: los diccionarios son de vida dura, aunque no representen nunca nada, pero tienen la calmosa tozudez de la madera de donde vienen, y los árboles no podrían hacernos regalo más hermoso. ¡Y leeremos, vaya si leeremos! Hasta luego caer en tierra, ebrias, pues al cabo ¿qué importa que nos mientan al fin esas historias si brillan de claridad y llenan de estrellas la cabeza de los niños que rodaron desde la luna tendidos solos uno junto a otro?

Y poco más puedo decir sin reventarte partes del libro, posible lector. Sólo puedo decirte que es una obra que no es fácil de atacar a pesar de su brevedad, pero que compensa con creces una vez hecho un primer esfuerzo. A ratos preciosa, a ratos macabra, unas cuantas veces muy sádica, ésta es una historia que merece la pena ser leída, y más siendo tan cortita.

En Wikipedia (en inglés)
En Librofilia

Título original: La petite fille qui aimait trop les allumettes.
Año: 1998. Páginas: 158 en la edición de 2001 de Akal Literaria.

5 comentarios:

Mr. No One dijo...

Pues me has convencido con la reseña. A ver si consigo hacerme con el libro (y con algo de tiempo para leerlo) y te cuento qué tal ha ido.

Anónimo dijo...

A mí me ha fascinado. es una obra brillante!!!!

Anónimo dijo...

Lo que me dejado un poco sorprendida es que nunca se advierte el amor por las cerillas en el personaje protagonista, y que se sepa que ella sea la autora del incendio de la biblioteca.... ???
Otro interrogante es, qué le pasó a su hermana gemela para estar encadenada????

Anónimo dijo...

En alguna parte del libro dice que a los niños les gusta jugar con cerillas, yo entendí que fue la hermana gemela la que provocó el incendio

Anónimo dijo...

En alguna parte del libro dice que a los niños les gusta jugar con cerillas, yo entendí que fue la hermana gemela la que provocó el incendio

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