martes, 20 de diciembre de 2011

Avellaneda, Avellaneda...


Dado que terminó la encuesta acerca de qué preferíais que reseñara primero dando una aplastante victoria a La tregua, de Mario Benedetti, con tres votos sobre un total de tres votos (me gustaría saber quién es la tercera persona que votó), paso a comentar esta novelita tan interesante. Como es habitual, primero el argumento a grandes rasgos:

SINOPSIS

A Martín Santomé le faltan sólo seis meses y veintiocho días para poder jubilarse. Es exactamente el tiempo que le queda antes de cumplir los cincuenta años, y más allá de esa fecha, el ocio, al que ya consagra buena parte de sus reflexiones. Éstas quedan reflejadas en un diario, en el que escribirá no sólo acerca de su trabajo, también sobre sus hijos, sus amistades y la vida en general. La rutina y el hastío dominan su vida, hasta que un cierto elemento hace su aparición, trastocando su vida por completo.

Efectivamente, es una novela con un alto contenido en reflexiones. Benedetti trata temas tan variados como la vida laboral, la convivencia familiar y sus vicisitudes, el amor que fue y el amor que será, las esperanzas, la sexualidad, la religión... Todo tiene cabida en esta novela, a pesar de ser tan corta: sólo tiene 174 páginas. No por esto es una novela aburrida, o en la que no pasa nada; todas estas reflexiones están perfectamente enmarcadas en una historia que puede resultar típica a estas alturas de la literatura, pero que, tal vez precisamente por eso mismo, resulte tan cercana y agradable al lector. La narración en forma de diario y, por supuesto, en primera persona refuerza esta sensación, provocando una empatía casi total entre Santomé y el lector.

Mario Benedetti, un tipo afable
Mario Benedetti (1920-2009), uruguayo de nacimiento y de nostalgia, un escritor que no se debía al realismo mágico que caracteriza a la generación de escritores hispanoamericanos de la época. ¿Qué escribía, pues? Novelas de corte realista, ensayos, artículos, relatos (entre los que destaca La vecina orilla, por ejemplo) y, por supuesto, poemas, la faceta literaria por la que es quizá más conocido, especialmente entre el público femenino. Hombres del mundo, apuntaos este autor y leed algunos de sus poemas. Son la mar de útiles para ligar, y tal vez sea una buena forma de acceder a este magnífico autor, que goza de una sensibilidad especial y una curiosa visión de la realidad.

Personalmente, es uno de mis autores preferidos, y ésta, su segunda novela, una de mis referencias vitales, si es que se puede hablar de algo semejante. Desde que la leí por primera vez hace ya unos cuantos años ha pasado por mis manos en cinco o seis ocasiones más, y en cada una de ellas he descubierto cosas nuevas. Y es que, aunque la historia sea sencilla y trillada, su absoluto realismo provoca que lo que uno puede entresacar de sus líneas es varias veces superior, en volumen, a lo que está escrito, pues cualquiera de las situaciones que describe pueden evocarnos otras propias.

El principal activo de esta novela son los personajes. En primer lugar encontramos a Martín Santomé, un hombre que roza la cincuentena y que tiene la sensación de estar de vuelta de todo; reconoce que su momento pasó hace tiempo, y lo único que le queda es un lento descenso hacia la tumba que le espera al final del camino. Tras la muerte temprana de su mujer, tuvo que ocuparse de sus tres hijos (Blanca, Diego y Esteban), a quienes ahora siente como poco menos que extraños. Durante la primera parte de la novela, este fatalismo y esta tristeza marcan el tono de la novela, que no olvidemos que es el diario personal de Santomé, y quedan descritas en citas como:
Martes 2 de abril
Me veo poco con mis hijos. Especialmente con Jaime. Es curioso, porque es precisamente a Jaime a quien quisiera ver más a menudo. De los tres es el único que tiene humor. No sé qué validez tiene la simpatía en las relaciones entre padres e hijos, pero lo cierto es que Jaime es, de los tres, el que me resulta más simpático. Pero, en compensación, es también el menos transparente.
Sábado 20 de abril
¿Estaré reseco? Sentimentalmente, digo.
Es destacable la indiferencia casi clínica con la que escribe estas observaciones, como si no fuera protagonista fundamental de las mismas, lo que tal vez sea provocado por su oficio de funcionario: tiene que ser objetivo, frío, eficaz.

Todo cambia cuando entra en escena el otro gran personaje, Laura Avellaneda. "¡Ah, conque éste es el elemento que trastoca su vida! Qué típico.". Sí, pero es que Avellaneda es mucha Avellaneda. En un principio entra de la forma más habitual en la realidad, sin hacer ruido, sin relevancia alguna: es contratada como ayudante en la oficina de Santomé. Tras varias alusiones irrelevantes a esta mujer en el diario, las notas que toma Martín sobre ella van ganando peso:
Miércoles 10 de abril
Avellaneda tiene algo que me atrae. Eso es evidente, pero ¿qué es?
Esta anotación marca un antes y un después en el diario. Tras constatar el propio Santomé este hecho, el tono en el diario va cambiando, vemos cómo entran la ilusión, la esperanza y un cierto ánimo de redención. ¡Lo que puede hacer una mujer en la vida de una persona, oiga!

La primera de las dos adaptaciones
cinemátográficas de esta novela
Avellaneda es una persona que, sencillamente, enamora. Es una mujer joven, unos veintiséis años, y madura, con un humor suave, una inmensa ternura y llena de inquietudes, y también de sueños. Su encanto natural gana enteros con la forma de describírnosla de Benedetti: no es una descripción al uso, sino que va refiriéndose a pequeños detalles de su persona por medio de escuetas observaciones de Santomé (sabremos así que "se recoge armoniosamente el pelo", que "sobre las mejillas tiene una leve pelusa, como de durazno [melocotón]", o que "le sienta bien la tristeza. Le afila los rasgos, le pone los ojos melancólicos..."), dando a veces lugar a escenas tronchantes y tiernas como la que protagonizan cuando Santomé se queda mirándola fijamente en un intento de descubrir el color de sus ojos (que, por cierto, "Son verdes. A veces grises.").

Pero no os preocupéis, que la historia de amor no abarca toda la novela, sino que casi es un elemento más. Paralelamente a esta línea argumental, asistiremos a muchas de las otras facetas de la vida de Santomé:

Lo más retratado es quizá la vida de la oficina en que trabaja Santomé. En ella vemos de todo, desde el resentimiento a los omnipresentes enchufados hasta la aburridísima rutina que lleva, rota muy de vez en cuando por anécdotas como cierta broma pesada que gastan a uno de sus compañeros (ENORME escena, por cierto). Junto con esto, podemos leer pasajes que retratan y critican tanto la vida laboral como la realidad social del "Pequeño País" que es Uruguay y que Benedetti conocía muy bien.

Además, asistimos las relaciones de Santomé con distintos personajes: el amigo de la infancia al que Santomé no soporta, pero al que no consigue evitar, el Adoquín Vignale; su mejor amigo, Aníbal, al que ve de uvas a peras y con el que mantiene un par de conversaciones sumamente interesantes (y que es el protagonista de algunos de los párrafos más tristes, cuando Santomé relata los cambios que va descubriendo en él: "Está más flaco, más viejo, más gastado.". Sencillo y sin adornos, sin tregua para el lector); el hombre que a menudo aparece para pedir trabajo en la oficina, también una de las anotaciones más desoladoras de Martín en su diario; y las más importantes: con sus hijos.

Esteban es un hombre más bien duro, que sabe lo que quiere y cómo medrar hasta conseguirlo; es el que gestiona el asunto de la jubilación de su padre, ya que si se hace por las vías oficiales pueden tener lugar corruptelas varias (más crítica de Benedetti). Blanca es con la que mejor parece llevarse Santomé, y es la primera en conocer a Avellaneda una vez se inicia la relación entre su padre y ella. Jaime es el que más relevancia tiene de los tres, en mi opinión, porque, como cité antes, es el ojito derecho de Santomé; ésto hace que la decepción que sufre con su hijo sea tan grande que haga que se tambalee su existencia. La causa de esta decepción es algo cuyo tratamiento es, a mi entender, bastante novedoso para la época: su hijo es homosexual, lo que además provocará algunos enfrentamientos entre Esteban y Jaime. El tema de la homosexualidad no es puntual, ya que uno de los empleados de la oficina de Santomé, Santini, llega también a insinuársele.

El lenguaje que utiliza Benedetti es llano, popular; tal vez los vocablos uruguayos entorpezcan alguna vez la lectura, pero esto no impide una perfecta comprensión de ninguna frase. A pesar de esta sencillez de lenguaje, consigue a menudo emocionar al lector de una forma tan franca y sincera, sin amagos ni florituras, que provoca que uno pase página tras página totalmente fascinado. El formato en forma de diario hace que su lectura sea ágil, y la fuerza con que la historia absorbe al lector permite que se pueda leer en una tarde muy fácilmente.

Benedetti en la película argentina El lado oscuro del corazón,
de Eliseo Subiela (1992). Bastante recomendable.

Bien, bien... Ya he dicho muchos de los pros, pero ahora tocan los contras.

...

Lo siento, sencillamente me gusta demasiado esta novela como para sacarle algún pero. Leedla y si queréis me comentáis los que encontréis, mucho me temo que yo ni veo ni quiero ver con este libro. Una pega que se le puede sacar, y no tiene que ver con la novela, es la edición en la que he leído una y otra vez el libro: la característica edición negra de Letras Hispánicas de Cátedra. Para un uso académico tal vez sea una maravilla, pero para el que lee por afición o por devoción es un maldito castigo: ¿quién puede leer a gusto y sin pausas teniendo seiscientas cincuenta y siete notas a pie de página aportando detalles tan interesantes como irrelevantes? A mí me cuesta un derrame o dos saltármelas. Pero tal vez sólo me pase a mí...

Para terminar, una observación sobre el título: pocas veces he visto un título tan sencillo, evocador y perfectamente representativo de la obra a la que da nombre. ¿Que por qué? Leed el libro, coñe. Seguro que os gusta.

En Wikipedia
En Librofilia

Título original: La tregua.
Año: 1960. Páginas: 255 en la edición Letras Hispánicas de 1997 de Cátedra.

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