domingo, 7 de octubre de 2012

El punto culmen de Kansas


El disco que os traemos hoy es uno de mis últimos descubrimientos en lo que a música se refiere. Puede que a muchos no os suene el título, The point of know return (1977), ni la portada -preciosa-, pero si os digo que contiene la canción Dust in the wind la cosa cambia, ¿eh? Seguro que todos la habéis oído, pues es uno de esos himnos que, además de dar el pelotazo en el momento de su lanzamiento, consiguen alcanzar una cierta pervivencia a lo largo del tiempo, e incluso renacen de vez en cuando, creando nuevos adeptos. Curiosamente, nunca me dio por escarbar en lo que había tras aquel gran éxito, pero cuando lo hice me quedé completamente maravillado.

The point of know return es un discazo, así me lo pareció cuando lo escuché por primera vez y así lo mantengo. Éste es un dato interesante, ya que muchas obras maestras no suelen entrar por los oídos a la primera escucha: se me ocurren, por ejemplo, Close to the edge, de Yes - uno de mis favoritos ahora mismo-, Nursery crime, de Genesis, o Tarkus, de Emerson, Lake and Palmer. El dinamismo de este disco está muy alejado de la grandilocuencia y el monolitismo de los antes mencionados, lo que junto con la variedad que se puede encontrar a lo largo de los cortes del disco consigue que esa crucial primera escucha sea agradable y absorbente.


The point of know return empieza muy fuerte con la canción que da nombre al disco, con batería y teclados a todo gas. Poco después se apaga la primera y entra la voz de Steve Walsh, potente y característica, y en mi opinión muy adecuada para la atmósfera general del disco. Este primer corte es muy dinámico y alegre, en contraste con lo que relata: un muchacho se alista en la tripulación de un barco que zarpa en busca del "Point of know return", el lugar donde "el mar se oscurece y que guardan los demonios". Ante la marcha del joven la madre llora, el padre por poco no lo hace, pero la canción sabe a aventura, a esperanza: la del chico, por supuesto. Una de las mejores canciones del disco, y de lo que llevo escuchado de Kansas, sin duda.

En Paradox, esa ilusión empieza a tambalearse. Presumiblemente, tras cierto tiempo de travesía surgen las dudas acerca de ese ideal que todos buscaban, y que no termina de aparecer. Una de las sorpresas que me deparó el descubrimiento de Kansas fue el gran protagonismo de los teclados y los violines. ¡Violines! La mejor muestra de ésto es la siguiente canción, un tema instrumental claustrofóbico y algo tétrico de nombre The spider. Sin embargo, no dejan de lado su raíz rockera y enseguida te sueltan un solo de guitarra o canciones como las que veremos más adelante.

De momento, nos quedamos con la mejor de todo el disco, en mi opinión. Portrait (He knew) es una canción dedicada a Albert Einstein (leyendo la letra se ve clara la relación), pero aun obviando este dato la letra es tan sugerente que la canción tiene entidad propia. La instrumentación, por su parte, está protagonizada por los ya mencionados violines y una potente percusión, con un enardecedor resultado. Ésta es una de esas canciones que están bien para escuchar de buena mañana, para despejarse. Podéis disfrutar de una tremenda versión en directo a continuación:


Si en la anterior las cuerdas eran lo que sobresalía, en Closet chronicles son los teclados y, en su parte final, un interesante solo de guitarra eléctrica. La canción está dedicada a Howard Hughes, magnate, cineasta y aviador norteamericano (seguro que os suena la película de Martin Scorsese El aviador, protagonizada por Leonardo Dicaprio); se nos describe a un hombre poderoso, encaramado en un pedestal que lo aleja del mundo y del que, tarde o temprano, caerá. Es un tema muy hermoso, en el que se habla de los altos y los bajos de la vida, de lo acompañado que uno se ve en unos y lo solo que se termina en los otros, de lo que se tiene y de lo que se perdió.

Como muchas otras grandes obras, Dust in the wind nació casi por casualidad, pues el guitarrista Kerry Livgren creó la línea de guitarra como un ejercicio de digitación. Dio la casualidad de que su mujer oyó la melodía, la alabó y eso le dio alas para desarrollar esta magnífica canción. El sonido acústico le da una calidez que, en cierto modo, consuela del tono triste y estremecedor de la voz de Walsh. Para sacudirnos esta tristeza tenemos Sparks of the tempest, un tema de aire juguetón pero muy potente.

Nobody's home (cómo no acordarse de la canción de Pink Floyd) es el final de la historia planteada al comienzo del disco, siendo Hopelessly human una especie de epílogo o coda. Descubrimos que la hazaña náutica tiene un final agridulce, pues parece que consiguen alcanzar ese "Point of know return", pero éste parece ser un mundo muerto, sin futuro, lo que hace todo esfuerzo inútil. Es un final triste y desolador, y no deja mucho sitio a la esperanza. ¿Todos los sueños imposibles son simple y llanamente irrealizables, o nunca serán lo esperado? ¿En qué lugar nos deja eso, entonces? Polvo en el viento, señores (y señoras). Un abrazo, y gracias por leer.

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